Thursday, April 20, 2006







La no-memoria juega un papel fundamental en la creación contemporánea instalada en la pequeñez que el mundo actual posee. Esta pequeñez entendida como la accesibilidad casi ilimitada al conocimiento de un sinfín de lugares y no-lugares (lugares de conciencia).

Así la no-memoria se hace presente, en forma de muertes diarias, sin crónicas, ni formas que la adjetivicen. Muertes en movimiento que nos lleven a dudar de todo y aceptar lo desconocido de cada momento como la única verdad, efímera. Temporalidades que están destinadas también a morir en el movimiento.

Pero la Muerte no hace el Silencio, ni el perdón, ni el olvido. Por esta razón vamos siempre, muriendo o matando.


Oshinosná






La muerte no hace el silencio...



Amo el poema me lleva al silencio,
en irrevocable acto de fe.

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Me he perdido.

Si me encuentran
no digan que soy yo,
no deseo reconocerme
ni quiero que ustedes
sean lo único cierto.

¿Y que sería yo para ustedes?
Que me halle pues, la Muerte.

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El sueño de mi Muerte
sigue siendo mi vecino.

Por las noches,
arrastra un sillón
y me despierta.


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Tierra es siempre madre y muerte,
dicen los que saben de ausencia.

Sustenta en cualquier lugar si eres en ella,
muere en cualquier lugar si la abandonas.

Tierra es milla paure, de rostro en rostro.
Tierra es na’camminata, de una ciudad a otra.

Me hermano con el mundo por mi vida en las vidas,
quito la ropa que sobra y lavo mi cuerpo.

Hoy no me perfumo.



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Exorcicemos al mundo
de falsos redentores.

Elijamos pues,
el sueño de la Muerte.


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Mis brazos se han abierto
como los de cristo en la cruz
para estrechar el mundo.

La humanidad entera llora
al sentirse amada por éstas,
mis manos rotas.

¡Vengan, romanos,
a clavar sus lanzas!

Y no inclinaré la cabeza.


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De noche veo mis Muertes
que serenas arrastran los pies,
en vano intentan una a una
despertarme del sueño de la vida.

¿Cuál de ellas seducirá mi alma cansada?

Mi alma tantas veces muerta.


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¿Y si al final ya nada habla?
¿Y si no hubiese final?
¿Acaso no morimos antes?
¿Y si todo esto es un duelo?
¿Y si estas palabras son inofensivas?

¿Quién se permite ser su único recuerdo?



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La humanidad se extingue
por un trozo más de poder
ondeando criminales banderas.

Mi hermano no me recuerda
y en sus ojos trato me encuentre,
pero se vacía solo en violencia.

Y al final la sangre va tintineando
como un gran musical de odio,
entre acordes que solos se divulgan.

Pero la Muerte no hace el Silencio,
ni el perdón, ni el olvido.



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Si ensayo no vivo.

¿Y el permiso quién lo otorga?
¿Y el castigo quién lo aplica?

Sigo cosechando palabras
que sobre hoja en blanco, me disipo.

El engaño vuelve una vez más
a ser la quietud de esta Muerte perdida.

Se nace en poesía, después la nada.



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Anochece, tercera llamada a las sombras.

El cielo sangra en afilados presagios
y el sol se desgarra huyendo, breve.

Ya sin luz, hay tiempo para morir
entre rebeldes recuerdos,
entre vueltas sin retorno.

La vida sin voz me desconoce,
me pega un tiro en mi Muerte.



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¿Me sienten estas palabras?
¿Son ellas la causa?

¿Y si el dolor es dentro?
¿Porqué abrirlo?

Vamos muriendo o matando.
Heridos.



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Hay tiempos que no nos pertenecen.
Hay atavíos que nos oprimen.
Pero los transcurrimos, nos habitan.

A muerte se antoja
esta verdad que abre la vida.


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Nuestra civilización se agita
por los vientos del benessere.

Con tanto miedo
en las esquinas de la razón,
llena de dudas
en aquella última verdad.

Derribando cruces
de geniales ladrones
y falsos profetas.

Sin pensar, sin vivir,
en eterna Muerte.


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Cada Muerte es una ocasión de Fe.
Cada rincón guarda silencios por aprehender.
Para cualquier distancia siempre habrá caminos.

Pero se necesitan almas,
quedan tan pocas…



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La noche oscurece los ánimos,
revive rencores y dilata pupilas,
confunde la piel con el mal.
Palabras con filos se hacen distancia
y las personas se hieren sin piedad
mirándose a los ojos, sin luna.
Hasta las sombras se destrozan,
mientras el frío recorre los caminos
coleccionando restos ¿humanos?

Luego llega el sueño profundo y eterno
lleno de colores desbordados, al fin la Paz.
Por un momento volamos libres
a ras del suelo porque de tierra somos.

Así el sueño se hace olvido, volando.

Y el sol nos despierta otra vez buenos
para intentar nuevamente aprender
o recordarnos en nuestra propia maldad.



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En mis ojos aparecen imprecisas formas
que pienso y revelan mi existencia,
pero que al mismo tiempo anulan mi vida
cuando ellas no me piensan.

Yo soy ellas y ellas para mi la Muerte.



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Hoy el miedo divide los mundos
con falsos profetas de oro,
que dejan a los flacos el hambre,
a espaldas débiles pesadas cargas,
a manos ansiosas armas dispuestas.

Hoy se desmorona en dudas
aquel Dios, el más pobre.



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Propongo un duelo diario
entre manos y conciencia,
como eternos enemigos
de una civilización rota,
luchando a ciegas
por la misma causa.

Manos tendidas en sangre.
Conciencia oscura de olvido.

Ya nada nos asusta.



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¿De qué me sirve volar a ciegas
en aires que nada suspenden?
si soy mitad noche, mitad luna,
si soy más nieve que frío.

Nadie está obligado a lo imposible.



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La noche oculta matices que el día florece,
somos más de alma en la oscuridad.

La luz perfila fronteras menguando lo divino,
decolora la vida, solo hay certeza.

Dios entre sombras se revela.



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Si estas palabras acuden
pretendiendo salir….
¿Qué seré después sin ellas?

Si de hoy al respiro siguiente
no encuentran caminos…
¿Sabrán hacer lo suyo dentro?


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Estoy muriendo quizá demasiado,
Se llevaron el cuerpo y dejaron el resto,
adornan tal desdicha, floridas lágrimas.

Una vez más, muero.


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¿Donde se abandono la Justicia?
¿Donde descansa su cadáver
aún sin descubrir?

y al ser descubierto…

¿Qué será de su cuerpo inerte?
¿Dónde la enterraremos?
¿Quiénes asistirán a su funeral?

Quizá le pondremos una pesada lápida
para impedirle resucitar y puntualmente
le llevaremos frescas flores de hipocresía.


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¿Las preguntas a destiempo acaso tienen respuesta?
¿O solo dan calor a dudas maltrechas?

Ya es tarde.
Ha llegado el momento de dormir
sobre la almohada de los sueños no vividos,
para empezar una vez más a morir.

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Veo la sombra de mis pasos
en ciudades breves y ajenas
bajo un sol que revienta
pero no logra iluminar el día.

Así se van tardes enteras,
buscando patria en el afuera
mientras en las fronteras del cuerpo
algo lentamente se va oscureciendo.

¿De que sirve estar preparada
y con aceite en las lámparas
si en el momento menos esperado
llega la muerte a apagar la noche?



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Me tengo guardada en un lugar seguro
de tentaciones que puedan hacer el olvido,
me arriesgo a conquistar la ventana de luz
que promete alegría, sin memoria, sin rostro.

Y sigo.
Ciega a sus encantos.
Muda a sus preguntas.



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Me veo sola tierra adentro,
ajena, sitiada y sin guía.

Las heridas no las sano,
se quedan, se pudren.

Hay sangre eterna,
hay sangre prestada.

Todavía hay palabras.



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Estoy entre cielo y mar,
mi cuerpo niega el descomunal espacio.

Siento sin cielo, sin mar,
a pesar de mí en la perpetua ignorancia.

Soy cielo, soy mar.
Allá donde no siento.
Allá donde no estoy.



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En su Fe, el poeta
madura los frutos del árbol del sueño,
deshoja sus flores y se quema en su leña,
muere en sus semillas a cada palabra
haciendo de sus júbilos un mar de gritos,
llama a sus nombres por su nombre
perdido sin respuesta que lo abrigue
del frío que el viento arrima.

Y al final, se pierde en bosques de sombras
cosechando palabras, desamores, infortunios.



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Deambulan buscando la noche
pendientes del mismo hilo de sangre,
como alas de un mismo cielo.

¿Quiénes son?

Son Poetas, Caudillos.
Son sin tierra, de espaldas.
Son Dioses, los Extintos.

No son vivos, no están ni muertos.



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¿Qué podría ofrecerte
que antes no hayas perdido?
¿Qué caminos abres
que me llevan a mis propios rincones?
¿En qué besos me he abandonado
para poder encontrarte?

¿No empieza tu vida en mí,
justo en la hora de mi muerte?


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Desespero en inciertas sospechas
y afuera todo arde en un inútil esfuerzo de Fe.

Volteo hacia mi dolor y veo el mundo
que dentro solo bebe de mis lágrimas.

Me he cansado de morir dentro,
fuera, sola en mí.


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Por qué sentir
sintiéndome tan viva.

Por qué llorar
noches tan abiertas.

Muero en cada lluvia,
en cada silencio.

Sin lágrimas.


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Mi palabra autónoma
se mueve de rodillas,
espera ser y no pasar,
abandona su silencio.

Un par de razones se inventan
para abrir ésta, la noche.

Cierra el aire mi cuerpo
y al caer, vuelo poderosa.

Adelanto el último haz de luz,
hoy, como el ayer de mi muerte.

Sin rostro,
sin nombre.



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Cada vez que muero
en mis propios brazos,
renuncio a los sueños
que nunca dejo de soñar
y que ya no recuerdo.

El olvido me aleja de ellos.

Perdida en los caminos
que esa distancia me ofrece,
olvido el porqué de mi andar
y caigo en profundo sueño
del que no logro despertar.



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Mi cuerpo decide no pasar,
se avivan las ganas de morir
y están prohibidos los venenos.

Hoy dejo el pasar de espaldas,
sin mí.


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Hace tanto que he muerto
que hoy muero por derecho.

Solo para seguir soñando.


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Pido a Dios por los que en vida
vagan sin un abrazo, sin nombre
y con las manos siempre atadas.

Pido a Dios por su salvación,
su justicia, su futuro inmaculado
y su hambre de sangre malgastada.



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Ya no es tiempo de cobardía.

Que me falta
si en mi todo tengo?

Tengo el cuerpo entero
y estoy sola.

Si en mi cuerpo no cabe otro,
Porque vivir sin mí?

Es tiempo de escribir.



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Como vivir un luto
si nadie ha muerto,
si solo está la Muerte
sin cuerpo ni lagrimas.

Maestro:
hoy lloro y entiendo.


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¿Que hicimos para merecer esto?

Siempre pensando en el castigo
por actos que sabemos malos.

¿Y como no van a serlo?
si vivimos con el miedo.

¿Que hicimos para no merecer esto?


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Es ella
quien nos habita
en este respiro demás.

Es ella
la que responde
por nuestro eterno jugar.

Es ella
quien amedrenta
y la vida hace girar.

Ofrece yugos, castigos,
pero también libertad.

Hoy se declara inocente
la ocupación del pensar.


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No sé como luchar y me disparo,
oscura, breve, inútil.

Voy a deshilar tramas sin fondo.
Voy a emplazar armas por besos.

Si este instinto voraz, no encuentra,
ofrezco indulgencias.


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Hay tiempos que no nos pertenecen.
Hay atavíos que nos oprimen.
Pero los transcurrimos, nos habitan.

A muerte se antoja
esta verdad que abre la vida.


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Hoy la pasión surge en hambre,
ganas que apuntan al cielo,
que no terminan.

Se pierde en cada trueque
hasta que no queda nada,
solo la búsqueda.

Y seguimos eternos danzando
en inciertos esplendores,
terriblemente en vano.


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Bendito seas, Deseo,
en cada rincón de vida
dispuesto siempre al exilio
en esta, mi eterna partida.

Bendito seas, Deseo,
si es que a veces no respondo,
si la vida se me va entera
entre respiros sin fondo.

Bendito seas, Deseo,
también cuando me faltas,
cuando decides mi noche,
Sola, ataviada en palabras.


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La noche cautivó las almas,
como el sol de Rulfo
bebe el agua de la tierra
después de cada lluvia.

De los ojos, una a una
cayeron las penas
dejando surcos,
abriendo caminos.

Por breve instante, eterno,
se olvido la memoria
y se hizo el tiempo del llanto.


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¿Dónde me dejé a voluntad?
¿Qué estatura tiene el desaliento?
Quizá haya crecido más que mi abrazo.

Ansia y noche llenan todo,
inmediatez que lastra y pesa.

Queda el pensar.
Queda el silencio.


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Si la muerte se acerca ineludible,
no negociaré el derecho a vivir
y lo cambiaré por la sensación
de darme a luz a mi misma,

ya sin mí cuerpo, en Mi.


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Ahora que no soy,
me entrego al sueño
de no sufrir nada.

Tan solo sintiendo
que hay dentro de mí
una multitud, sin nombre.

Muriendo desde aquí.


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¿Y para que vivir?
si antes de llegar ya estaba todo escrito,
si llegamos solo a dar fe de muertes pasadas,
si la vida nos transcurre leyendo lapidas
de los que se han ido, propios y ajenos,
adivinando quien leerá nuestra historia
en el instante que viene la muerte.

¿Para que ir a morir a otras tierras
si en cualquier lugar amanece?


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Si yo no puedo engañarme
para paliar esta pena,
¿qué harán por mí los otros
que Sola me ven ajena?

No escriben esto mis manos
son ellos que las arrastran,
no soy yo quien lee estos versos,
soy solo quien los lanza.



…………………………….